El primer encuentro que tuvieron fue en la fiesta de una amiga cercana a él, esa noche estuvo llena de sorpresas desde el momento en que se saludaron frente a un centro comercial con las luces completamente apagadas, al menos en lo que respecta al estacionamiento. Ambos se encontraban con atuendos de color negro, esto no reflejaba su personalidad, pero vaya que lucían atractivos; ambos se repasaban simultáneamente con la mirada de forma disimulada mientras caminaban a la casa de la amiga.
—Me vine caminando desde mi casa porque estaba esperando el transporte, pero me desesperé —comentó él mientras soltaba una risa.
—¡¿Cómo que llegaste caminando?! ¿Vives cerca? —preguntó ella alarmada y con un tono de angustia y, a la vez, con una ligera risa animada.
—Mi casa queda a unos treinta minutos caminando, no se me hizo pesado, incluso venía escuchando este álbum, mira —Él le mostró su celular en donde se apreciaba la carátula del álbum The Academy interpretado por varios artistas del género urbano.
Al llegar a la fiesta los recibió la amiga y los sentó en una mesa que se encontraba en el patio, varias personas habían llegado y, curiosamente, muchos habían asistido con un sombrero gracioso. Él le había comentado a ella que no era necesario llevarlo, pero, al verlos a todos ahí con su sombrero, ella le reclamó en tono burlón. La fiesta se fue animando conforme llegaron los invitados; a un lado de la mesa larga y blanca se encontraba la bocina, justo en frente del recibidor de la casa; detrás de la mesa se encontraba la entrada de la casa, y frente a ella, se encontraban varios invitados de pie que se disponían a conversar y beber alcohol. En la mesa solo había seis personas, incluyéndolos.
—¿Quieres un cigarro? —Le preguntó ella mientras le extendía la cajetilla de cigarrillos Marlboro rojo y, a la vez, sostenía uno de ellos entre los labios.
—Claro, respondió. —Ella ya había encendido su cigarro, así que con un gesto se acerco con este en la boca hacia su cara indicándole que lo usara como encendedor. Este fue el primer acercamiento que los ruborizó y él lo tomó como un símbolo de confianza. El muchacho de a lado, que se encontraba sentado con su pareja, le pidió lumbre a ella, y ésta le pasó el cigarro de mano en mano para que lo encendiera por sí mismo.
—Creí que iba a querer que se lo encendieras como a mí —le susurró al oído mientras soltaba una leve carcajada.
—Justo eso pensé, jajaja, ya ni porque está su pareja ahí.
Conforme avanzaba la fiesta, ellos comenzaban a tambalearse debido al alcohol y fluían más las palabras. Ella había estado triste por múltiples sucesos que la habían atormentado los últimos meses, los cuales ya le había comentado, y éste, al verla un poco cohibida, en un momento dado le extendió los brazos y ella llegó suavemente hasta adentrarse en su pecho, duraron poco tiempo en esta posición hasta que fue suficiente y bajaron sus brazos casi al mismo tiempo, lo que generó un suave roce entre sus manos. Desde ese momento ya no tuvieron que decir nada, se gustaban y era más que evidente.
Se recargaron en la camioneta negra que estaba estacionada frente al patio de la casa y comenzaron a platicar, y platicar, y platicar. Sus cuerpos emanaban un lenguaje que sus bocas no podían pronunciar, aún no estaban completamente bajo los efectos del alcohol por lo que no podían hablar de forma directa.
—Tú perfume huele muy bien —le expresó él mientras los ojos le brillaban a la luz de la luna.
—Muchas gracias, tú también hueles muy rico —contestó mientras recogía su cabello largo y negro hacia su espalda y lo veía con los ojos muy atentos.
—Vamos a bailar adentro. —Le dijo con una sonrisa pícara y procedieron a entrar a la casa en donde había una lámpara simulando una disco en medio de la sala.
Iba anotando punto tras punto, había acertado con las propuestas que había hecho, y con sus comentarios y halagos; ciertamente, la noche se prestaba para estar en una fiesta en pareja en donde terminas muy enamorado…, pero todo esto fue en vano pocas semanas después de la fiesta.
La he dejado ir por el boulevard, sola va alejándose por el boulevard. Quisiera correr tras ella y tomarla por la cintura, hacer que sus ojos me vuelvan a mirar y robarle un beso de novela en donde su espalda se doble y mis brazos la atrapen. Otro beso de esos labios carnosos hará que yo vuelva a sonreír, que el suelo desaparezca, que la noche se ilumine, que mis párpados se entrecierren, que el amor nunca termine, que siempre tengamos veinte, que…
Con unas cuantas palabras he escuchado un estallido, y no sé si ha salido de su pecho o del mío, sólo he sentido como el tiempo se ha paralizado y todo ha tomado un color a blanco y negro. No sé cómo surgen estas situaciones en mi vida, soy el culpable y sé que me encerrará dentro de su cárcel.
Después de irse, mis brazos se sienten vacíos. La he dejado ir por el boulevard, veo como se aleja por el boulevard. La niebla se ha hecho presente o será que mis ojos se han empañado por el brote de mis lágrimas.
Aún no es tan tarde para remediarlo, pero siento como mi estómago patea hacia afuera.
Si esa mujer que camina a lo lejos se diera la vuelta y viera mis ojos quebrados, tal vez dudaría en irse, quizá una lágrima bastaría para cambiar el rumbo de sus pies. Pero es una mujer decidida y ya no quiere volver a verme. Si un día volviese esa mujer, mis brazos estarán abiertos esperando su calor.
—Escrito “Capítulo II. Recorte” del 2 de octubre de 2022.
Al día siguiente, habían quedado de reunirse en la casa de él. Su casa estaba hecha un caos, hizo todo lo posible para que ella no tuviera una mala impresión: pintó las paredes de su cuarto de un color azul celeste pálido, tendió su cama, lavó el baño y el lavabo, y terminó otros pormenores.
Al llegar la hizo pasar con amabilidad y se fueron directo a su cuarto porque tenía que terminar unas actividades de la universidad. Al poco rato se tomó un descanso y, como si fueran novios, se acostaron en la cama, él bocarriba y ella encima de su pecho mientras platicaban de diversos temas. Pero, oh sorpresa, a él le vino un recuerdo que lo atormentó y le hizo helar la frente de un segundo a otro, resultaba que él estaba saliendo con otra chica a la cual simplemente decidió ya no contestarle porque la noche del evento era la última oportunidad que le daría para ver si funcionaba ese junte para una relación. Era para ella la invitación (primer error), pero a última hora la rechazó y el resto es historia.
—Espera, tengo que decirte algo —le dijo preocupado—. Antes de nosotros estaba saliendo con alguien más, y no recordaba que no le había expresado abiertamente que ya no quería seguir saliendo con ella. Lo juro. Anoche que estábamos juntos ni se me pasó por la cabeza.
Ella quedó perpleja y boquiabierta, miles de escenas pasaron por su mente porque, precisamente, su última pareja le había sido infiel.
—Entonces ahora yo soy la otra —dijo de forma disociada, sus ojos parecían virarse hacia arriba preparándose para un futuro desmayo.
—No es así—respondió de forma apresurada—. No pienses mal, esa era la última oportunidad que le daría porque ya no me sentía a gusto con ella. Le había dado diversas oportunidades para que me demostrara su interés y saber qué era lo que sentía por ella, pero… Déjame seguirte explicando, por favor, no te vayas.
—Es que no sé qué quieres que entienda. Sabías que mi ex me hizo daño y ahora lo haces tú haciéndome quedar como la otra. Lo siento, necesito irme —respondió con la voz quebrada mientras se levantaba y caminaba hacía la puerta principal. Pasó caminando junto al sillón donde se encontraba jugando el hermano de él, y con todo y su tristeza, dijo en un murmuro ahogado en llanto “con permiso”.
La alcanzó en la esquina de su colonia y…
—Espera, aún no termino de explicarte. Permíteme hacerlo, por favor. —Para este punto ya se encontraba confundido y con una necesidad infaltable de rogar, sus ojos se centraban en los de ella que temblaban desorbitados en una combinación de tristeza, enojo y dolor. Detrás de aquella figura se divisaba el boulevard principal que limitaba una colonia de la otra mientras el cielo se encontraba justo antes de la puesta de sol con tonos azules claros, casi parecían blancos y grises por la niebla del momento.
—Ya me dijiste lo que quería escuchar. Estuviste jugando con las dos sabiendo lo mal que la había pasado. No te importó que mi mascota muriera hace meses, que tuviera un accidente automovilístico y, encima, mi expareja me fuese infiel, creo que hay muchos motivos para evitar lo que hiciste— le reclamó entre lágrimas, pero sin ceder a ellas para no mostrar debilidad —Por favor, solo déjame ir, me siento muy mal, por favor.
Y la silueta comenzó a caminar por la niebla hasta parecer solo un trazo con sombra, en ese momento él sentía dar un azotón con todo el peso de su cuerpo sobre sus rodillas, pero se limitó a verla caminar a lo lejos mientras se quebraba algo dentro de él. Al volver a la casa lo hizo de forma violenta renegando
(todo por la culpa de aquella, todo por la culpa de aquella).
Entró a su cuarto y tomó la mochila, luego la patineta, mientras en su mente se repetía “le pondré fin a esto” con tintes de locura. «Ahorita vuelvo», le dijo a su hermano y salió apresurado en dirección a la casa de la chica con la que salía
(todo por tu culpa, todo por tu culpa).
Decidió caminar por el sendero largo para tratar de calmar su mente y sus emociones, necesitaba tiempo para saber qué era lo que le diría, estaba claro que le diría la verdad, pero no sabía de qué forma abordarla. «Ya sé, le explicaré en primera instancia las tres oportunidades que le di, de forma que no tendrá de otra más que aceptar su culpa. No, eso no. No creo que pueda aceptarlo con tal naturalidad, me cuestionará y después no saldré de ese enredo.» Se apresuró a su llegada subiéndose a la patineta mientras se deslizaba sobre un pavimento bien aplanado que se encontraba en el estacionamiento de un centro comercial. El cielo mostraba pequeños relámpagos a lo lejos avistando una tormenta, pero de momento no caía ni una gota.
Al llegar casi a su destino, se replanteó la idea de ir a la casa de aquella mujer. ¿Realmente vale la pena? ¿Y si no se encuentra en casa? Para este momento, ya le había llamado en dos ocasiones en donde el teléfono sonaba y luego colgaban. «Tranquilo, tal vez lo mejor sea tratar de arreglar mis problemas con quien realmente me importa, además, puede que no esté en casa».
Se dispuso a regresar a casa pensando en qué le diría a ella, qué sería lo que la haría cambiar de parecer. Caminó el largo sendero, nuevamente, y tuvo consigo una plática que lo llevó a una lluvia de ideas. Al llegar a casa ya era de noche, se metió en la cama y envió apresuradamente un mensaje de texto en donde caían oraciones tras oraciones afirmando que la única mujer que le interesaba era ella, y era verdad, pero no sería una tarea fácil convencer a una mujer despechada y dolida, traicionada y asqueada.
Después de mandar ese largo texto, se acurrucó como un bebé con una almohada y pensaba en el dolor que sentía. Era una herida profunda que no podía tocar, no había una curita o aerosol que se pudiera colocar, estaba al borde del llanto pensando en ser consolado por quien tuviera al alcance, en este caso, su madre.
Suena el teléfono
(contesta, contesta, contesta).
—Gracias por contestar mi mensaje, y también gracias por aceptar mi llamada, permíteme detallarte lo que sucedió —comentó él esperando aprobación.
—Adelante —respondió una voz de alguien que ha estado llorando por horas.
Y así fue como la convenció de volver a tener un nuevo comienzo. “Convenció” suena a una palabra que diría un manipulador, pero esa misma palabra empleó. «No sé cómo le hice para convencerla, pero estamos de vuelta; no puedo creer que hace un momento estuviera sumergido en la depresión, y ahora estoy extasiado y feliz. Necesito compartir esto con alguien».
(1) Eres tan electrizante y hay deseos que no puedo mencionar. No siempre el cielo se pone en ese color tenue, solo contigo se forman paisajes para acariciar tu bella silueta. Si no fuera morado sería rosa, y no hablo del cielo, sino del sentido que le das a mi vida.
(2) Mi amor dejará de ser un desierto por ti mientras tus pies se planten sobre mí, empezaré a florecer dejando atrás al hombre que solía ser. No hace falta que pidas nada más, siempre tengo un truco para ti, siempre hay algo detrás de mis manos, siempre encontraré la forma de hacerte feliz.
—1. Extracto del escrito “Capítulo IV. El Clímax I” del 17 de enero de 2023; 2. Extracto del escrito “Capítulo V. El Clímax II” del 6 de febrero de 2023.
El amanecer desprendía una nueva semana después del domingo que había sido una casi derrota para él, pero, oh, sorpresa, apenas había pasado un error y todavía faltaban dos más.
Ese día por la tarde se encontraron en San Nicolás para después trasladarse cerca de la residencia de ella, necesitaban hablar sobre el tema y aclarar qué era lo que buscaban el uno en el otro. Ella tenía una percepción muy diferente de él, cuando lo conoció creyó que era un chico tranquilo, equilibrado, y que tal vez estaba en su mejor versión y no tendría que ser de nuevo la mujer del proceso.
Ella llegó con una sonrisa forzada, le costaba mucho verlo a los ojos después de lo que había pasado —¿Cómo te fue hoy? —Preguntó ella sin mucho esmero, pues dentro aún se encontraban los restos de ese corazón rojo hecho pedazos, no esperaba que él fuera a arreglarlo, pero sabía que debía poner de su parte si quería encontrar una relación diferente de la que recientemente había salido. Casi podía sentir que se mordía las uñas mientras esperaban el autobús.
—Me fue bien —respondió él con un tono alegre tratando de persuadirla y cambiar su humor. Definitivamente iban a hablar de aquello, pero quería aligerar el ambiente y, de cierto modo, también estaba nervioso, pues el semblante de su pareja se notaba inmutable. Tenía unas ansias inmensas de abrazarla, de que cayera a sus brazos rendida mientras él le prometía que todo estaría bien, que sería una persona diferente, y que lo perdonara por ser un pendejo. Según él, esa era la naturaleza de todos los hombres.
Antes de llegar a su casa se sentaron en la banca de un parque mientras veían a las personas pasar de izquierda a derecha
(oh, mira ese perro, es muy lindo),
pero seguían dejando que el viento hiciera lo suyo hablando con su ulular. Solo el viento y ya. Hasta que ella se atrevió a preguntar desde cuándo salía con la otra mujer.
—Me causa intriga porque no me dijiste nada el sábado, todo lo sentí tan natural, el cómo congeniamos, lo que me decías; no quiero pelear, pero quiero que comprendas que abriste una herida —exclamó ella mientras escondía un poco su cabeza entre los hombros.
—Teníamos aproximadamente un mes saliendo, tienes que entender que ella no era mi pareja, pero comprendo que lo sientas como una traición. Le había pedido que no saliéramos con más personas y fuéramos exclusivos, por eso entiendo perfectamente que estuvo mal, pero de nuevo te lo aclaro, ella no era mi pareja.
—Lo sé y ya me lo habías explicado, solo que antes de hacerlo no pensaste en cómo me sentiría yo.
—Discúlpame, realmente no fue intencionado, pero quiero comentarte que me interesas, en verdad me interesas. Quiero que intentemos algo, pienso que podríamos tener una buena relación por lo que me has demostrado, por las bromas que nos hicimos desde inicios de nuestra conversación por mensaje, creo que nos entendemos bien —lo dijo sin más mientras ella se notaba pensativa.
—Está bien, pero quiero que ya no le hables más, yo también estoy interesada en ti, solo que ha sido muy confuso; me siento desprotegida, y cuando estoy comenzando a sanar de algo, viene otro evento a azotarme y me hace sentir débil. No quiero que vuelvas a hacerme sentir eso. Te perdono, pero no quiero que vuelvas a hacerme dudar de ti.
Comenzaba a sonreír. Sí, ¡comenzaba a sonreír! Tal vez esto pueda ser el inicio de algo nuevo, pero necesito demostrarle que no soy ese tipo de hombre que lastima sin más ni más. Cómo le explico en cinco minutos lo que he sanado y que no seré como quien la lastimó en el pasado. No soy una persona infiel, solo estaba confundido y decepcionado. Haré que funcione esta relación, empeñaré todas mis fuerzas.
Se acercó suavemente hacia su boca y, cuando estaba por llegar, ambos cerraron los ojos de forma delicada —los párpados de ella no cerraban por completo debido a que sus ojos eran grandes, y esto le parecía tierno y cómico—, apenas y sintieron sus labios, la piel de sus brazos se fue erizando desde las muñecas hasta subir a los hombros, sus cuerpos estaban estremecidos en ese día lluvioso de octubre, y luego sus labios hicieron ese sonido clásico de un beso en donde los labios están perfectamente humectados.
Mi inquietud era saber si realmente llamaba tu atención porque nuestras conversaciones por mensaje se resumían en mencionar nuestros nombres y decir palabras al revés
(azzip, azzip),
—le comentó mientras caminaban por la acera estrecha de una avenida larga en rumbo a la casa de un amigo de ella. Ese miércoles cinco de octubre fue un día de descubrimiento para él— hubo varias ocasiones en donde creía que habías terminado con tu exnovio y planeaba invitarte a salir. Desde principios de año había estado revisando tu perfil para ver si quitabas las historias destacadas (soltó una carcajada). Me parece que la vida es curiosa. Mi amiga, con la que fuimos, solía invitarme a fumar hierba a su casa y luego tú también estabas en esa casa, y ahora estamos aquí tratando de ser algo. Me gustan demasiado los días lluviosos, bueno, cuando ya pasó la lluvia y quedan las calles con charcos muy pequeños como ese y el pavimento húmedo. Cuéntame algo, ya me contaste sobre tu tortuga, pero no entiendo qué hacen como mascotas, ¿solo existen y ya? Mis gatos también en ocasiones solo están acostados boca arriba y cuando me acerco es como apretar un botón porque empiecen a sonar como motor, les gusta que los acaricie; por cierto, lamento mucho lo de tu perrito, se notaba que lo querías mucho. Yo tengo a mis gatos desde que eran una masa redonda, muy pequeña, y sé que sufriría mucho si algo les sucediera.
Después de una larga caminata de treinta minutos de ida y otros diez minutos de regreso, se quedaron a medio camino platicando mientras el crespúsculo comenzaba a amenazar a aquella tarde. Él la miraba de forma atenta tratando de capturar todos los colores de aquel momento. El cielo se tersaba de un color rosa, las nubes parecían algodones de azúcar. Ella seguía moviendo la boca, pero para él no emitía sonidos, su mente divagaba y su mirada botaba recorriendo cada parte de su rostro, subiendo y bajando, de izquierda a derecha, de peca en peca.
Si tuviéramos estas últimas horas para los dos, mi final sería feliz —pensó—. Pero no sé por qué siento como si estuviéramos llegando al clímax de esta corta relación. Me siento como en una montaña rusa en donde el tren va muy rápido, a punto de subir una cuesta, y casi al llegar al pico más alto, el tren comienza a alentarse y se balancea un poco hacia los lados, después, cae debido a la fuerza de gravedad y va a toda velocidad sin frenos y sin motivos de detenerse. Ese momento en donde el cuerpo se tensa y trata de aferrarse a las barras de seguridad de sus costados, en ese momento nos encontraos.
» Presiento que esto no nos llevará a nada porque, para empezar, acaba de terminar una relación, y además ya la lastimé. Esto no lo olvidará, aunque me perdone. Tal vez con el tiempo pueda hacerla cambiar de parecer demostrándole mis sentimientos y teniendo buenas acciones hacia ella, pero, no quisiera estar forzando una relación. No lo sé.
» De momento me siento ilusionado, enamorado, tengo ese vértigo en el estómago y en mi cabeza solo necesito su aprobación.
Desearía haberte conocido de otra forma, nuestros caminos son muy cercanos, probablemente nos habríamos encontrado.
Lejos de todo y de todos quizá seríamos más comprensivos con nuestros pensamientos, tal vez no tendría que explicarte el porqué de todo, tal vez el tiempo cure las heridas y pueda volver a ti.
—Extracto del escrito “Capítulo VI. En Picada” del 6 de febrero de 2023.
Ella le había dado una pinza para el cabello que aún tenía el aroma de su cabello, era una combinación entre un champú de olor a frambuesas envuelto en limpieza y frescura. Ahora él la traía en la mochila para todos lados, «cada regalo es preciado» decía él, y así estaría presente en él a donde quiera que fuera.
El jueves, una amiga de ella le comentó por mensaje que el celular de ella se había caído y la pantalla se estrelló; estaba cubierta por tinta negra en tres cuartas partes, por lo cual apenas y alcanzaba a leer los mensajes de WhatsApp. Esto suponía que estaría incomunicada por un tiempo en lo que conseguía uno nuevo.
Cuando él recibió los mensajes, recién terminaba su jornada laboral. Atravesó la recepción y, mientras abría las pesadas puertas de cristal, sacó su celular del bolsillo. Se dispuso a mirarlo al filo de los dos pequeños escalones que tenía frente a él: primero, se preocupó porque no especificaba más sobre cómo había ocurrido tal atrocidad —para él era una aberración quedarse incomunicado—, pero luego se lo tomo con humor sonriendo a la pantalla.
—Está bien. Muchas gracias. Dile que la extraño, bye.
Pasó el jueves pensándola mientras finalizaba sus deberes en la escuela; se encontraba en finales de semestre, por lo que no había aglomeraciones en las cafeterías, ni en las paradas de camiones, y esto le resultaba maravilloso. Puede que se encontrara enamorado y por eso todo lo veía con unos cristalinos, y muy redondos, ojos. Pero hay que aceptarlo, eran días muy hermosos, hasta que ocurrieron los últimos dos errores.
Ese mismo día por la noche decidió publicar en sus historias una foto con su querida Ser Gris, en donde se apreciaban muy cariñosos. En la foto él salía con una camisa azul que amaba con locura, esta la vestía en el momento en que comenzó a hablar por primera vez con ella, por eso significaba tanto para él (además de tenerla asociada a otros grandes logros escolares). Ella salía con su cabello largo y negro, esponjado y echo hacia atrás, mientras soltaba un beso a la cámara; los brazos de él la rodeaban por la cintura y sus mejillas estaban unidas la una con la otra.
Era una foto bastante explícita de la situación amorosa de estos dos, lo que no esperaba era que una de sus ex–parejas le respondiera esa historia.
…
—Ay, ¿entonces ya no nos podremos besar? —le preguntó de forma coqueta y juguetona.
—Claro que no. Ahora salgo con alguien.
—Ay, está bien, pero cuando termines con ella me avisas —y adjuntó un emoji de un beso.
Para él no tuvo mayor importancia, puesto que ya ni siquiera sabía por qué la tenía agregada. Ya no le interesaba en lo absoluto. Algo que notó es que ahora tenía la fuerza para rechazar a quien antes no podía, cualquier mujer se le podría posar de frente y el diría “¡NO!”
Ahora citaré palabras de él: «la vida es muy curiosa». Cómo es que este evento, nada importante, sin ninguna pizca de interés, pudo resultar en la creación de un desastre. Me parece que ocurrió tal como lo dicta el efecto Mariposa.
El viernes por la noche, él bajaba las escaleras del gimnasio en donde entrenaba, iba desde el tercer piso hasta el primero directo a los vestidores; cargaba su morral en el hombro izquierdo en donde llevaba el cambio de ropa, y en el hombro opuesto, su mochila con libros y libretas —¿para qué las ocupaba? No se sabe, porque ya ni clases había—. Su celular se iluminó con un mensaje:
—Holaaa, ya tengo celular de nuevo, pásame screenshot de los mensajes que me mandaste mientras no estaba —lo conocía bien y sabía que le estaría mandando mensajes, aunque no le llegaran. Sabía que la extrañaría lo suficiente para mandar mensajes y mensajes con la esperanza de que alguno de ellos fuera respondido con un “¡regresé!”.
Pues bien. El día se llegó, y ocurrió lo peor que se hubieran imaginado.
Mientras se cambiaba su traje de pelea de color negro por unos vaqueros azules y una camiseta morada, le respondía con un mensaje que en un momento le mostraba. En breve tomó captura de pantalla de todos los mensajes que le envió en su ausencia, y también le envió captura de la conversación con aquella mujer que incitaba a reconciliarse por los viejos tiempos.
Ella se quedó congelada nuevamente al leer aquel mensaje, estaba impresionada, no sabía qué pensar al respecto. Era notorio que sentía repulsión, sentía asco, como si le hubieran fallado nuevamente.
—Pero… porqué te tiene que estar escribiendo eso. Y encima, te dice que la busques cuando ya no salgas conmigo. No entiendo con qué sentido me muestras esto, ¿qué me quieres demostrar? ¿Quieres que te aplauda?
» Estoy comenzando a llorar de nuevo y yo que venía con toda la ilusión de saber cómo estabas. Hubiera dolido menos si me hubieras dicho que no me extrañaste.
—Discúlpame, no pensé que lo fueras a malinterpretar, no lo vi como algo malo, mas bien, quería demostrarte que te soy fiel y no me interesa nadie más. Ya no le respondí porque no tenía sentido.
—Aún la sigues teniendo agregada, debiste haberla eliminado hace tiempo si ya no te importaba. Es que no lo puedo creer —supongamos que se estiraba los cabellos hacia arriba y su cara también se estiraba cada que los jalaba—. Y luego otra cosa, mi amiga me comentó que la tenías agregada hace tiempo en Facebook. —Oh, oh, se viene el tercer error.
—Así es, ¿pasa algo?
—Dime, ¿ella te gustaba?, ¿te parecía linda o atractiva?
—Bueno, pues es linda.
…
ES LINDA
La mente de ella se retorció como un gran huracán, giró en remolinos, en remolinos muy bruscos, hasta arrancar toda la vegetación que se encontraba a su paso. Ese huracán podía rugir y era un sonido de desesperación, de enojo, de frustración. No podía ir más rápido, sencillamente si este mostrara indicios de subir su velocidad, ella caería hacia atrás con los ojos en blanco y la boca abierta, su cabello negro y largo quedaría tendido en el suelo, y la escena sería una buena obra al óleo que se titularía “Le perdonará una más”.
La mano de ella se posó sobre su rostro lleno de vergüenza y humillación, ya ni siquiera sabía qué decirle o preguntar. Un error, tras otro error, tras otro error. Es que esto no paraba. Lo peor era que él no se percataba de su error. Había contestado con total naturalidad porque era una persona muy transparente y honesta, pero su honestidad era vaga y vulgar.
—¡Cómo puedes decir eso! No puedo creer lo que estoy leyendo. Ya no digas nada, estoy muy molesta. ES MI AMIGA. NO TE PUEDE GUSTAR MI AMIGA. No entiendo para qué me pedías que habláramos y arregláramos las cosas si la ibas a cagar de nuevo, no solo me ilusionaste, me volviste a lastimar. Te lo juro que estoy en un mar de lágrimas, y ya no me marques, ya no quiero escucharte, necesito calmarme. Venía con toda la ilusión de saber que estabas bien y que habías estado pensando en mí después de no hablar por casi dos días, y me recibes con esto. En verdad, yo no creí que fueras esta clase de persona. No creo poder perdonarte —contestó mientras sus lágrimas corrían por sus mejillas rojas como ciruelas, los mocos se asomaban por las ventanas de su nariz, y ella respiraba más fuerte y profundo tratando de contener su llanto, pero era imposible. Sollozaba, se retorcía, y, esporádicamente, soltaba breves alaridos.
—ELLA NO ME GUSTA, ni me gustaba. Solo dije que era linda. ¿Qué hay de malo en eso? Si vas a tergiversar todo lo que digo, hazlo. Yo sé que no fue nada malo, solo quise ser honesto y no ocultarte cosas tontas. Y, a lo de la otra chica, ya no me interesa, ya la eliminé, ya no quiero saber de ella. Solo quería que supieras que no tengo ojos para nadie más, solo tú me gustas, y me gustas demasiado —para este punto ya se encontraba fuera de sus casillas, era como un gato persiguiendo un ratón. Estaba eufórico y no se saciaría hasta que ella cayese nuevamente en sus brazos. Probablemente también se encontraba triste y confundido, pero aún no comprendía la grosería que había fulminado cualquier esperanza de volver a verla. Se molestó consigo mismo por no entender y ver como todo se iba al carajo.
Creo ser merecedor de alguien que se alegre al verme —se dijo a sí mismo con aires de grandeza (qué ignorante)—, y no debería conformarme con alguien que pelea por cualquier tontería. Tal vez estoy cayendo muy bajo y no quiero seguir dándole vueltas al asunto, pero creo que podría arreglarlo de nuevo.
» De qué serviría arreglarnos, ella no necesita a alguien que le dé tanto amor y se desvivan a muerte en carne y hueso, necesita que le recuerden el cielo y el infierno al mismo tiempo. Estoy seguro de que se buscará a alguien que la trate mal. Ese ocupará el lugar que ya está separado. Necesita que le recuerden ese vértigo en el estómago después de haber quedado plantada, y que las personas a su alrededor la miren fijamente y la apuntan con el dedo índice, mientras gritan a los cuatro vientos en tono burlesco «quiere llorar, quiere llorar». Necesita al tipo de hombre que le sea infiel.
» Me pregunto cuándo dejé de ser tan fuerte, no debí ceder tan rápido y dejar llevarme por mis emociones, estoy seguro de que alguien más habría apreciado mejor todo lo que soy.
Esos mensajes fueron como dar dos tiros directo al pecho—uno por cada error en su momento—, los restos de pólvora salían del cañón lentamente y se evaporaban en el aire. Si hubieran sido disparos reales, después del primero sería el momento en donde hay un gran silencio mientras las personas se preguntan en sus cabezas: «¡¿qué pasó?!», pero se limitan a verse los unos a los otros, y, al escuchar el segundo tiro: ¡todos a correr!
Después de esa plática no hablaron más, pasó todo el fin de semana y ella solo lo buscó para recordarle de una fiesta de Halloween —recuerdas la fiesta, bueno, pues ya no estás invitado—. Tuvo que recorrer una nueva senda para obtener más respuestas y poco a poco iba apagándose su egocentrismo, iba cediendo la llama del coraje, no estaba seguro si se daría por vencido, solo seguía su camino.
No le resultaba difícil pedir perdón, pero en esta ocasión no sabría qué decirle al encontrarla. No había nada bueno que decir, así que prefirió no molestarla.
En mi momento de más debilidad te busqué y te confesé la falta que me hacías, y, de manera muy fría, dijiste que comenzaba a dar lástima.
—Extracto del escrito “Capítulo VII. Lástima” del 23 de abril del 2023.
Él trató de retomar su vida como si esa historia de amor de hacia unas semanas solo fuera una mancha más en su vida. Se acercó con uno de sus amigos para contarle sus penas y quedaron de verse en el lugar de siempre, una esquina de un centro comercial en donde había un letrero grande, enorme, de aproximadamente 10 metros de altura, de color rojo. Aquel letrero que si lo pasabas por debajo tendrías mala suerte por años, o eso creía.
Caminaron dos cuadras platicando de cosas sin importancia, y, al pasar a un lado de una escuela en donde la calle se encontraba perfectamente aplanada, bajaron las patinetas que llevaban a sus costados y se deslizaron cuadra y media. Metros más adelante, en donde se encontraba una plaza con vegetación floreciente gracias a las fuertes lluvias, se detuvieron a descansar y él comenzó a contarle la historia que se había perdido, la telenovela que duró dos semanas. Casi se le salen las lágrimas al llegar a la parte del domingo en donde la perdió por primera vez, su amigo, por su parte, lo veía atónito sin dar crédito a sus oídos.
—No tenías porqué contarle de la otra chica, entiendo que quisieras ser honesto, pero ahora te quedaste sin ninguna. ¿Y de la primera chica qué fue?
—Tal como se lo dije a ella, ya no me importaba, así que ya no la busqué, espero que también se haya encontrado en la misma situación y no tuviera el mínimo interés en buscarme. Otra cosa que se me pasó contarte fue que el día de ayer salí con una amiga a cenar, y tú sabes que me gusta tomarme fotos y subirlas a Instagram, entonces subí una foto de mi cena. No hubiera sido problema si tan solo no saliera la mano de mi amiga, se notaba que era una mujer porque se apreciaban sus uñas arregladas y una pulsera de estrellas en su muñeca. Me parece que ella pensó que yo estaba tratando de restregarle en la cara que salía con alguien más.
—Tú vas de mal en peor. Claro que no estuvo bien que subieras esa foto, tal vez de cierta forma sí lo hiciste para llamar su atención, pero fue lo peor que pudiste haber hecho.
—Hmmm… Todas las historias que subía ella las veía, no se perdía ni una, así que, en cada momento, a cada dos minutos para ser exacto, deslizaba la historia hacia arriba para buscarla entre mis seguidores, y, cuando la vio, me dio un sentimiento enorme, pero no la respondió. Después, decidí que sería bueno ver una película para distraerme, y justo en el momento en que apagaron las luces del cine le dije a mi amiga «ya no aguanto más, le enviaré un mensaje». Mi amiga no opuso resistencia porque pensó que a lo mucho leería mi mensaje y no respondería.
» El mensaje que le envíe dictaba: «Discúlpame, no fue mi intención lastimarte. No he podido sentirme bien desde que no hablamos. Te pienso cuando trabajo, cuando entreno; ahorita mismo estoy en el cine y te sigo pensando. Me duele mucho estar sin ti». Para que después de eso me respondiera «No me vuelvas a buscar, me causas asco. No entiendes que ya no quiero saber nada de ti. Además, empiezas a dar lástima, no me vuelvas a buscar». Y después de eso, su foto de perfil me apareció en blanco.
EMPIEZAS A DAR LÁSTIMA
» Sabía que seguía molesta, pero eso me destruyó. Se me salieron las lágrimas y en la pantalla blanca comenzaba a proyectarse Black Adam. Creo que ese fue mi punto de inflexión, no pensé dar lástima por buscar a alguien. Tienes razón, tal vez no debí decirle todo, pero me habría sentido como un farsante al no hablarle abiertamente de lo que sucedió, tarde o temprano se iba a enterar.
—Vaya, tú siempre metiéndote en aprietos. También debes ver la otra cara de la moneda, ella apenas tenía unas semanas de haber terminado una relación de años, a lo mejor solo buscaba sentirse bien y de cierta forma te usó. No es que quiera ser negativo —sí lo era— pero piensa en que probablemente tú y ella no habrían durado más allá del mes. Me parece que puede ser una buena forma de ver la situación. Agarra coraje y no te aflijas.
Aunado a esto, ahora empezaba a hacer suposiciones tratando de justificarse, agarró coraje y ahora era ella la que estaba mal.
Pude recuperar la cordura y este día te tengo una sorpresa, un ramo lleno de Griseldas.
Oh, mujer tan hermosa, como has revolcado mi corazón. Te apunto y señalo porque has dejado clavado mi corazón, no en un bar como maná, más bien, ha despertado y sus ecos retumban por una larga senda.
Te tomaba en cuenta para evitar hacerte daño, pero mis decisiones no fueron las mejores; algo se me ocurrirá para hacerte entender que no fue mi intención.
Realmente es difícil demostrarte mi lealtad en una conversación; no eres un juguete para dejarte olvidada en una caja de cartón. Tu exnovio se equivocó al descuidarte y perderse de tu aroma enloquecedor, así que a mí déjame entrar de nuevo y dejarte en claro lo que pienso.
Mis decisiones han sido malas y tú, haciéndote la fuerte, me diste de tu amor temporal y momentáneo, dejaste crecer raíces dentro de mí sabiendo que te irías pronto. En tu mente había preguntas en donde yo no entraba en las respuestas, y mucho menos en tu futuro.
Ahora que podemos verlo de otra forma, te puedes dar cuenta que las flores también son malas. Las griseldas son malas, tienen espinas y un tallo diferente al verde. Podrían ser rojas.
Tuve que desconfiar cuando todo comenzó a ir muy rápido, por lo general no cargo con tanta suerte, pero mi anillo lleva una esmeralda y en mi cabeza tiene poderes, tal vez podría usarlo para el mal, pero con tu veneno es suficiente.
Tu conclusión debe ser genérica porque aún y con toda tu maldad, no me derribaste y sigo siendo yo. Ahora soy más fuerte, así que ya puedo pisar este escalón.
—Escrito “Capítulo VIII. Griseldas” del 2 de mayo de 2023.
Puede ser verdad lo que dijo mi amigo, ahora que empiezo a relacionar las cosas sí tenía un poco de razón; acababa de terminar una relación y me trataba como si fuéramos la típica pareja que le tiene que “echar ganas”. Me engañé a mí mismo pensando que ella se quedaría… ¡Pero no se quedó porque la lastimaste!, no por otra cosa. Cómo puedes pensar que ella solo te usó si te dio otra oportunidad después de la grosería que le hiciste, claro que no fue a propósito, la situación se presentó, pero aún así tienes la culpa.
Ha pasado otro mes y me encuentro en diciembre, este invierno se siente más frío, pareciera que mi abrigo no calienta. Mis deseos son confusos por lo que espero que te levantes con la necesidad de visitarme, me pregunto si tendrás las ganas de leer lo que te he escrito, quiero decir, no estás enterada de todo lo que ha pasado ni cómo ha pasado, quiero que conozcas esta versión porque es la única que te falta. Si tan solo me hubieras conocido un poco más habrías entendido lo tonto que soy, lo malo que soy con las palabras, y, probablemente, hasta te habría hecho reír con mis chistes malos.
Aún hay palabras lindas de mi parte, mi mente no es tan fría como para olvidar el roce de tus labios y lo cálido de tus abrazos. Ya no tengo necesidad de cambiar mi localidad por tratar de borrar tu recuerdo, yo sé que fue poco tiempo, pero imagina mi derrota si desde principios de año te veía y sabía que tenías absolutamente todo lo que me gusta.
No necesito irme porque aquí tengo mis recuerdos, así como el tuyo y el mío, en estas calles se quedarán para siempre vagando, encontrándonos una y otra vez en el portón de mi casa. Mis deseos son confusos porque espero que conozcas a alguien a tu altura, pero quisiera ser yo con quien pasaras tus reuniones en familia; quisiera ser el beso que dura desde el año anterior a las 11:59 pm hasta el siguiente, a las 12:00 am.
Ya es diciembre y terminé en segundo lugar en el torneo que te conté, uno de mis contrincantes fue un amigo y nuestra pelea dio mucho de qué hablar. También culminé mis prácticas profesionales en donde la doctora me odiaba. Quisiera contarte tantas cosas, pero sigo viendo tu perfil en blanco, tengo los ojos empañados y la nariz congelada, ya sabes que no me gusta el frío. Lo que tuvimos fue lindo mientras duró, pero ahora me toca dejarte ir, como consuelo tengo la camisa azul que me dieron el día que comenzábamos a hablar, ahora tiene un bello recuerdo gracias a ti.
3 de julio de 2025.